Asociación Española de Farmacéuticos Católicos | BLANCA DE LUCÍA ORTIZ
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BLANCA DE LUCÍA ORTIZ

BLANCA DE LUCÍA ORTIZ

Ref: Religión en Libertad

Farmacéutica de Palma del Río, en la Vega del Guadalquivir, donde sufrió martirio y muerte en agosto de 1936 por causa de su fe y compromiso con la Iglesia.

La historia de la farmacéutica de Palma del Río, Blanca de Lucía Ortiz, se cuenta con detalle en el blog BlancadeLucia.Wordpress.com.

Era hija de farmacéutico y se licenció en farmacia en 1905, una de las mujeres pioneras en esta carrera. Su padre era agnóstico, con fama de reservado y arisco y de haber tratado  mal a su mujer; la madre era devota y abierta, y así lo sería también Blanca. Quedó viuda en 1919, con 44 años y sin hijos.

Como farmacéutica titular del pueblo, regalaba medicinas a los más pobres y las dejaba a fiar a otros muchos. También era generosa en donativos a las iglesias. Era presidenta de Acción Católica. No militaba en ningún partido, pero muchas personas católicas, de varios partidos de derechas, pasaban por su farmacia y se quedaban hablando, porque era un punto de socialización local.

Al terminar la jornada en la farmacia, rezaba el rosario con sus empleados y leían un capítulo de la vida de algún santo. Ya mayor, financiaba la educación de Pepitín, hijo del matrimonio que la atendía y ayudaba. También iba a misa diaria, por lo general al hospital de San Sebastián, a veces a la parroquia. El párroco, Juan Navas, otro de los mártires de este grupo, solía pasarse por la farmacia a comprar regalices que luego regalaba a los niños de la parroquia.

Cuando empezó la violencia, doña Blanca pensó que no irían a por ella. ¿Quién quiere atacar a una farmacéutica de 61 años? Pero la encerraron en la cárcel municipal y después la llevaron a pie hasta el puente de hierro sobre el Guadalquivir, la desnudaron, la torturaron, la vejaron y la arrojaron al río, probablemente ya muerta. No se encontró el cadáver. No hubo testigos de los hechos, pero los asesinos presumían de lo que habían hecho y muchos lo oyeron por el pueblo. Parece que el objetivo era aterrorizar al pueblo.

En el libro 38 de defunciones de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, de Palma del Río, se lee: «a 20 de agosto de 1936, doña Blanca de Lucía y Ortiz fue sacada de la prisión en la que la detenían por católica los rojos marxistas. Y después de martirizarla con ensañamiento le dieron muerte». En otras partidas de defunción de víctimas de la izquierda radical esos días no se detalla ni el enseñamiento ni el motivo religioso, pero sí en el caso de la farmacéutica.

Su figura inspira la de doña Marta en la novela de Mariano Aguayo Furtivos del 36. El 16 de septiembre de 1936, el diario ABC, edición Andalucía, recoge el testimonio de un cajero de banco en Palma del Río que explicaba cómo mataron “al cura párroco, don Juan Navas, gran filántropo de los pobres, por el solo hecho, así se lo notificaron al asesinarlo, de ser cura; al Jefe de Correos, don Hermenegildo Pérez, por el simple motivo de serles antipático; a la farmacéutica doña Blanca de Lucía, casi anciana, después de vejaciones inconfesables; una vez asesinada, desnuda, la arrojaron con una piedra al río”.

En el archivo de la parroquia se lee que el párroco, Juan Navas y Rodríguez Carretero, era «persona enamorada de la caridad, de tal manera, que con su dinero (el que ganaba, pues no poseía fortuna) sabía llegar a todos los necesitados siendo queridísimo de estos y al preguntar por qué se le mataba le respondieron textualmente que ellos no mataban a don Juan Navas sino al cura».

Añade el texto: «don Rafael Rodríguez y Rodríguez, persona piadosa y gran amigo suyo, asegura y da su palabra de decir verdad, que en la tarde del 19 de julio, último día que lo vio, le dijo que él se entregaba en las manos de Dios pues a El le había ofrecido su vida por la salvación de España”. El párroco estuvo 20 días en la cárcel en la que sufrió humillaciones, hasta que fue asesinado el 16 de agosto de 1936.

Los milicianos mataron a unas 40 o 50 personas esos días, incluyendo a los 4 médicos del pueblo y el juez. No mataron más clérigos porque se habían ido previamente siguiendo órdenes de sus superiores. Se supo que la orden de matar a los médicos la dio otro médico que era socialista y masón.