Asociación Española de Farmacéuticos Católicos | María Paz, triunfadora o por qué nunca quise la eutanasia para mi hija
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María Paz, triunfadora o por qué nunca quise la eutanasia para mi hija

María Paz, triunfadora o por qué nunca quise la eutanasia para mi hija

Quieren aplicar la eutanasia a los que creen indignos de vivir, pero que en realidad son benefactores de la sociedad. Lo único que necesitan es cariño y cuidados paliativos. María Paz fue un privilegio para la familia. Nos ha unido a mi mujer y a mí. A sus hermanos les ha dado sensibilidad y unión.

* Por Antonio Fernández Martos

Mi hija, con una discapacidad tanto física como psíquica ha sido una triunfadora en la vida. Murió hace 15 meses, pero pasó por la vida haciendo el bien y se ganó el cielo.

Nació sana, pero con un año tuvo leucemia. Le radiaron la cabeza con bomba de cobalto y le produjeron daños cerebrales que desembocaron en la pubertad en epilepsia. Esto le producía «ausencias», con continuas caídas, que si estaba de pié acababan en heridas en la cabeza y múltiples cardenales.

En una ocasión, se arrancó el cuero cabelludo y hubo que ponerle 50 grapas. En otra se clavó los dientes en la encía superior. Progresivamente fue perdiendo cognitivamente y al final de su vida necesitaba oxígeno en continuo y BIPAP [una forma de soporte respiratorio temporal para pacientes que tienen dificultad de respirar, N. de la R. ], teniendo unas saturaciones de oxígeno en sangre bajísimas, que le producían mucho cansancio. Los médicos no se explicaban cómo podía vivir con tan poco oxígeno.

A pesar de ello, María Paz estaba generalmente alegre y es muy difícil encontrar una foto en la que no tenga una maravillosa sonrisa. Le gustaban mucho los chicos, normalmente los amigos de sus hermanos. Ella picaronamente decía que era una ligona. Fue muy querida y a la fiesta de su 40 cumpleaños vinieron, además de la tuna, más de 90 personas. Detectaba a las personas buenas. Podría haber trabajado para buscar esposos y esposas maravillosos.

Soñaba con repetir su fiesta al cumplir 41 años, pero no hubo lugar, pues poco antes tuvo una «ausencia» antes de dormir. Se cayó y, aunque tenía puesta la chichonera, tuvo una hemorragia cerebral masiva de la que no nos dimos cuenta hasta el día siguiente y entró en un coma del que no despertó. Murió al anochecer del día siguiente.

Poco antes de morir, su hermana mayor, con siete hijos (una de ellos con síndrome de Down) y cuyo marido estaba en paro, aprovechando que el oído es lo último que se pierde, se acercó y le pidió que le buscara un trabajo a su marido. Esto fue a las 10 de la noche y poco después murió. Lo milagroso es que al día siguiente por la mañana le llamaron para el mejor trabajo de su vida.

María Paz fue un privilegio para la familia. Nos ha unido a mi mujer y a mí. A sus hermanos les ha dado sensibilidad y unión. Nos ha obligado a desplegar el inmenso amor de que el hombre, y sobre todo la mujer, es capaz.

Ahora, unos políticos, en nuestra opinión equivocados y que no hacen tanto bien a su alrededor, quieren aplicar la eutanasia a los que ellos creen indignos de vivir, pero que en realidad son benefactores de la sociedad y que lo único que necesitan es cariño y cuidados paliativos, en su caso, y no que los maten.