Asociación Española de Farmacéuticos Católicos | ¿PUEDO DONAR ÓVULOS? RESPUESTA A TRES CUESTIONES
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¿PUEDO DONAR ÓVULOS? RESPUESTA A TRES CUESTIONES

¿PUEDO DONAR ÓVULOS? RESPUESTA A TRES CUESTIONES

Quiero responder brevemente a tres cuestiones.
1-Si donar esas células llamadas óvulos es algo distinto a donar otras partes del cuerpo, como cabellos (donar pelos para hacer pelucas), o sangre (donantes de sangre), etc.
2- Si hacerlo es una donación.
3-Y si es moralmente correcto hacerlo.

Los óvulos son un tipo de células distinto a otro cualquiera de nuestro organismo, y eso condiciona esencialmente el juicio ético sobre su intercambio, préstamo o donación. Los óvulos son células portadoras de la identidad del sujeto y capaces de transmitir esa identidad biológica al hijo. Ninguna otra célula tiene esa propiedad, excepto su complementaria, el espermatozoide: ambas están exquisitamente especializadas para ese fin. Por eso el hijo recibe la identidad de sus padres, sale a ellos. La identidad de un receptor de sangre o de riñones no se ve alterada en una transfusión o un trasplante, en cambio la identidad del hijo resultante de fecundar tal óvulo de aquella mujer en vez de este óvulo de su esposa, sí. «Sale» otro hijo, o mejor, el hijo de otra. La identidad de la esposa y de los hijos queda seriamente alterada.

La mujer que da sus óvulos debe saber que los hijos que nazcan son suyos, y tiene una grave responsabilidad moral hacia ellos, aunque tal vez nunca los conozca ni tampoco llegue a saber de cuál de los hombres con que mezclaron el semen y sus óvulos son también hijos. La dolorosa situación de esterilidad de una pareja deber intentar ser resuelta de un modo diferente al de adquirir óvulos de otra mujer.

Para tener hijos, ¿se le ocurre a alguien que varios hombres prueben a realizar el coito con la esposa, quizá anestesiada para que no sea consciente, a ver si alguno la deja embarazada? Además los óvulos extraídos son también usados para fines distintos a la natalidad. Serán fecundados con esperma de animales, o se intentará producir seres partenogenéticos (o sea, sin intervención de esperma) que serán destruídos en los 5 primeros días de desarrollo. No son cosas inventadas: ya se está haciendo y la ley española lo permite.

A cualquier gesto no se le puede llamar donación. El regalo (el don, la donación) lleva aparejado el amor al destinatario, la benevolencia: querer el bien de la persona que recibe el regalo y de cuantos le rodean o caen bajo su responsabilidad. Cuando no se respeta esa «verdad del bien» en que consiste el regalo, no se habla propiamente de regalo, de don, sino de interés, de tráfico o de mercado. ¿Qué pensarían unos padres del «regalo» de una colección de videojuegos al hijo que está sumido en un completo fracaso escolar? ¿No le retirarían de su alcance ese «don» por considerarlo nocivo para sus verdaderos intereses? ¿Es sensato regalarle a un niño de 8 años un bisturí para que juegue a médicos? ¿Es eso un regalo?

¿Cómo se realiza? La candidata se ha de pinchar ella misma cada día una inyección de hormonas. Algún día deberá ir temprano a la clínica (¿clínica?) para un control de pocos minutos. Esto es importante porque la salud de la mujer puede verse comprometida un 5% de las veces y requerir hospitalización. Hacia final de mes la citan para extraerle los óvulos mediante una punción que será indolora gracias a una suave anestesia. Unas horas de observación y vuelve a casa esa misma jornada, tras recibir el resto de la paga por sus óvulos. ¿Cuánto? En total, unos 900 euros, en España. Muy poco en comparación con otros mercados, como el americano que da unos 6.500 dólares. Y demasiado para que este tráfico pueda seguir siendo considerado una donación. Los gastos de viaje se pagan aparte.

La donación de óvulos es éticamente inaceptable. Porque priva a los hijos que se obtendrán (que son hijos de la «donante») del derecho a ser concebido en un acto de amor: serán producidos en un laboratorio y cultivados en una estufa como se hace con las bacterias. Porque priva a esos seres humanos del derecho a conocer a su madre y de ser educados por ella. Porque abandona en manos de desconocidos a sus propios hijos. Porque, dejándolos en manos de experimentadores, expone a sus propios hijos a graves abusos contra la salud y la vida. Porque la mujer somete a riesgo innecesariamente su propia salud. Porque el proceso se configura como un proceso de tráfico remunerado de partes de su cuerpo.

D. Juan Carlos Garcia de Vicente.
Licenciado en medicina, doctor en teología moral, profesor de bioética.
Capellán de la AEFC.