Asociación Española de Farmacéuticos Católicos | Antonio Ribera Blancafort
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Antonio Ribera Blancafort

Antonio Ribera Blancafort

Fuente:  abc.es

El inventor español del ibuprofeno que el mundo olvidó

El químico catalán Antonio Ribera Blancafort diseñó la estructura química del ibuprofeno, el fármaco que cada día alivia el dolor de millones de personas en el mundo. Pero su papel en este hito cayó en el olvido. Esta es su historia:

Imagen de Antonio Ribera Blancafort junto a la patente donde se reconoce la propiedad intelectual del ibuprofeno

«Nena, creo que hemos dado con el compuesto». Eran los años 60 en la ciudad británica de Nottingham, donde la compañía farmacéutica «Boots» tenía su sede y una joven pareja de químicos españoles empezaba a acariciar el hallazgo de un medicamento esencial . La búsqueda del ibuprofeno, esa «superaspirina» que alivia el dolor, elimina la fiebre y atenúa la inflamación, fue un proceso casi épico y en él participó el catalán Antonio Ribera Blancafort (Barcelona 1935-1986), el que fuera después primer rector de la Universidad de las Islas Baleares y catedrático de la Universidad de Barcelona.

Ribera tuvo éxito académico y fue reconocido como un químico insigne a su vuelta de su aventura en el Reino Unido . Pero su participación en el descubrimiento del ibuprofeno, cuando daba sus primeros pasos profesionales, apenas se divulgó. El mérito mediático se lo llevó la compañía «Boots Pure Drug» y los científicos británicos que también colaboraron en su desarrollo, como se puede leer en el libro «Ibuprofeno».

«Quizá porque Antonio siempre se quitaba importancia y nunca presumía de ello», explica a ABC su viuda África Madariaga, también química. «Solía comentar que había tenido mucha suerte por ser español y haber participado en un hallazgo tan relevante. Dios me iluminó», recuerda.

De una modestia extrema

A África nunca le había molestado esa modestia extrema de su marido «porque en los círculos académicos siempre se le había reconocido su trabajo ». Tras su fallecimiento, a ella le bastaba con ir a cualquier farmacia del mundo y encontrar una caja de ibuprofeno; «ese era mi orgullo», dice. Pero la muerte hace unos meses del investigador inglés Stewart Adams, al que muchos medios de comunicación definieron «como el inventor del ibuprofeno» actuó como un resorte en África. Ese día decidió que debía reivindicar la figura de su marido. «Me niego a que le roben el mérito» , se queja a este periódico, a quien acude para reparar el olvido. Lo argumenta con la patente del ibuprofeno y otros documentos que demuestran la autoría indiscutible del profesor Ribera.

En la patente de «Boots» aparecen, por este orden, Stewart Adams, Bernard John Armitage, John Stuart Nicholson y, por último, el químico español . En este caso el orden importa porque el último firmante siempre es el de mayor relevancia. Es el documento que acredita la autoría intelectual del hallazgo porque los comerciales pertenecen a la compañía farmacéutica.

«No hay ninguna duda de que el doctor Ribera es el autor material del ibuprofeno. Fue él quien diseñó la estructura química», asegura Juan Carlos Domingo, del departamento de Bioquímica de la Universidad de Barcelona. Domingo, que fue alumno suyo en su última etapa profesional, cree que en la épica del descubrimiento del ibuprofeno la memoria ha preferido premiar la participación de los investigadores anglosajones porque el medicamento surgió en un laboratorio británico. «Al profesor Ribera se le recuerda como primer rector de la Universidad de Baleares pero, curiosamente, no como descubridor del ibuprofeno, es una incongruencia».

La historia del ibuprofeno se empezó a escribir en los años 50 en el centro de investigación que la compañía «Boots» poseía en Nottingham en los años 50. Como en la mayoría de los grandes hallazgos, el medicamento fue el resultado de un laborioso trabajo en equipo. Una de las mentes brillantes que colaboraron fue Antonio Ribera que dio con la fórmula adecuada, después fue Adams quien se encargó de sintetizarla. Ribera llegó en 1961 al centro con una beca para estudiantes extranjeros. Su talento no pasó desapercibido y no tardaron en contrataron al joven químico. «Después me contrataron a mí, pero era a él a quien querían», recuerda su viuda.  SIGUE LEYENDO